martes, 27 de octubre de 2009

Pensando en los demás

¨Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 14,15-24¨

No debemos pensar primero en nosotros y en nuestros intereses, sino en los otros, para estar al servicio de Dios, es a lo que nos conduce la lectura de hoy; los invitados al banquete que daba el hombre se excusaron porque tenían hecha su ¨agenda¨ basada en sus planes personales e intereses económicos. Creo que la gran mayoría de nosotros encontraríamos válidas las excusas, pero no el organizador del banquete, pues al enterarse de las respuestas de los invitados se indignó. Para poder entender la reacción del dueño de la casa, que representa a Dios, tenemos que recordar las palabras de Jesús: ¨De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?¨ (Mateo 16,26), o como dicen otras versiones: ¨si pierde su alma¨.

Para quien se dice cristiano, nada, absolutamente nada puede ser más importante que amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma y toda su mente, y consecuentemente, amar a su prójimo como Cristo nos amó., y así poder participar del banquete del Reino de los cielos.

Amar a Dios y al prójimo no es cuestión de palabras bonitas y poder recitar citas bíblicas, sino saber anteponer el Reino a cualquier interés y criterio humanos, y ser y hacer como dice Pablo en la Carta a los Romanos 12,5-16, debemos pedirle al Señor que su Santo Espíritu nos conceda la renovación de nuestra mente para poder tener el pensamiento de Cristo y creer que lo que él nos dice y lo que Pablo, inspirado por el mismo Espíritu Santo, afirma, recomienda y manda es lo que mas nos conviene.

Con nuestros criterios, influenciados por los intereses que el ¨mundo¨ nos inculca, consideraremos que poner en práctica lo que se nos manda en la lectura de Pablo a los Romanos atentaría contra nuestro éxito en esta vida y nos la complicaría sobremanera; pero cuando el Espíritu Santo nos ha transformado, nos damos cuenta de que la verdadera felicidad está en servir a los demás y que lo más importante es el Reino. Con ello el Señor guarda nuestra alma en la paz junto a sí.

Señor Dios, tú quieres que todos participemos del banquete de tu Reino. Concédenos que lo deseemos con todas las fuerzas de nuestro corazón, de manera que sea lo más importante para nosotros, y seamos capaces de dejar todo para sentarnos contigo en tu mesa. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, tu Hijo. Amén.

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