miércoles, 16 de septiembre de 2009

El verdadero sentido de la Cruz

Es posible que desde niños recordemos cuando nuestros padres nos enseñaron a rezar comenzando por persignarnos: ¨Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro, amén¨. La cruz es utilizada y venerada en todas nuestras iglesias, en la liturgia, en los altares, en el culto, y también en los edificios y fachadas de nuestros templos. (Digamos, los que somos católicos).

La cruz es el instrumento que usamos los que estamos caídos, los que necesitamos el apoyo para mantenernos de pie, ya sea colgando en nuestro cuello, o llevada en un bolsillo de nuestra ropa, siempre muy junto a nuestro corazón. La cruz es venerada el Viernes Santo, porque por ella y en ella, Cristo obtuvo la salvación para toda la humanidad, derramando hasta su última gota de sangre bendita sobre el madero.

Pero existe también una mención figurativa de la cruz cuando hablamos del sufrimiento. Cristo mismo nos dice en su Palabra que el que quiera seguirle que tome su cruz. Hoy es un buen día no sólo para vencer el árbol del madero donde murió nuestro Señor, sino para examinar nuestra vida y reconocer cuál es nuestra cruz, cuál es esa cruz que debemos cargar con amor, que debemos abrazar con devoción y seguir a Cristo con ella. Nuestra disposición para aceptar esa cruz en nuestra vida es a veces, difícil y dura, pero muy necesaria. Pues, al hacerlo, se convierte en una fuente de gracia y purificación que nos lleva al camino de la santidad.

Muchas personas no quieren aceptar su cruz de cada día, huyen de las dificultades, del dolor, de la incomprensión, huyen de Cristo. Y es a semejanza del Maestro, que cargó con la cruz de nuestros pecados, que podremos obtener un camino de purificación, de desprendimiento y de gracias, bendiciendo al Señor por parecernos un poco a él, durante su pasión y muerte.

No tengamos miedo a la cruz en nuestra vida. Los dolores y sufrimientos pasan, y sólo quedarán los frutos de una vida eterna llena de gloria junto al Señor.

Te alabamos, Padre, porque Jesús nos enseñó a conocer a fondo nuestro corazón por sus frutos, pues lo que llevamos dentro, eso transparentamos: maldad o bondad, mentira o verdad, egoísmo o amor. No permitas que el vacío interior del corazón convierta nuestra vida en un envase baldío. Que la savia de tu Espíritu dé fruto en nosotros mediante la práctica de las bienaventuranzas y la escucha de tu Palabra en oración y silencio. Porque es en tu amor, Señor, y en tu gracia donde nuestra casa tiene cimiento y consistencia. Amén.

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