La tristeza es uno de los sentimientos que más daño hace a las personas, porque, como la enfermedad de la lepra, comienza a destruir por dentro, antes de manifestarse por fuera. Ella va destruyendo nuestro entusiasmo y nuestros sueños y, antes de que nos demos cuenta, nuestra personalidad y nuestras relaciones se han hecho pedazos. He visto cómo una traición, un dolor, una decepción, la pérdida de un ser querido o un fracaso, le oculta la sonrisa y la alegría a las personas, impidiéndoles tener gozo en su corazón.
La tristeza siempre miente, nos consume por dentro. Nos engaña acerca de lo que valemos y de lo que las otras personas valen. En la medida de lo posible, hay que evitar estar triste. Quisiera tener un gran megáfono o bocina y poder gritarte al oído que arranques la tristeza de tu corazón. La tristeza nos ciega. Si ella está con nosotros, seremos incapaces de ver todos los demás motivos para estar alegres. Nunca trae nada bueno. La mayoría de los que se convierten en adictos o en alcohólicos, la mayoría de los suicidas comenzaron dejando que la tristeza embargara su corazón. En cierta ocasión Jesús hablo a sus discípulos diciendo: ¨Si siguen así entristecidos, adormecidos, pueden caer en tentación¨. Esto quiere decir que la tristeza nos roba la capacidad de lograr lo que merecemos y lo que podemos lograr. Esta nos puede destruir el recurso más valioso que tenemos: la esperanza. Según Jesús, nos puede apartar de los demás e incluso del mismo Dios. Nos puede destruir la capacidad de recibir amor y de dar amor. Por favor, no le des permiso a la tristeza para que habite mucho tiempo dentro de ti, si estas triste puedes estarlo es normal ante ciertas situaciones, pero… trata de estarlo por el menor tiempo posible. Ponle límite a este sufrimiento.
Si algo en tus relaciones, en tus finanzas, en tu trabajo, en tu salud o en tu familia te está ocasionando tristeza, tienes que saber que Dios ya tiene un plan para ayudarte a salir de cada una de tus dificultades. Rechaza estar por un momento más triste y no permitas que ningún pensamiento de tristeza te robe la paz que Jesucristo te quiere regalar. Por el contrario, haz como yo, he pasado por muchas pruebas y elegí pensar solo en una cosa: en las que me producen bienestar y gozo y meditar sobre las promesas de victoria que Dios ha declarado para mi vida. Recuerda: No firmes contrato con la tristeza. ¨Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu cuerpo el sufrimiento¨ (Eclesiástes 11,10).
Con cariño fraterno
Wendy Marlenis
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