jueves, 23 de julio de 2009

Concepto Errado

Toda mi vida crecí con un concepto equivocado acerca de lo que cada persona puede alcanzar en la vida. Crecí viendo cómo a las personas se les juzgaba por su apariencia, su color, su posición económica, su preparación académica, su forma de vestir, los lugares a los que asistía, las personas a las que conocía, etc. Esa forma de juzgar es muy común, y me duele decirlo, en las sociedades latinoamericanas.

Pero en la Biblia aprendí otra cosa. Aprendí que con Dios no es igual. Aprendí que Dios no valora a las personas por el carro que conducen, la marca de ropa que usan, las prendas que se colocan en el cuerpo, el tamaño de la cuenta bancaria, la cantidad de casa o ranchos que posean, los lugares que hayan visitado en vacaciones, los títulos que puedas colgar en la pared de tu oficina, el renombre del pintor de los cuadros que tienes en sus galerías de artes, el apellido por el que se les llama ni por la cantidad de empleados que le sirven.

Nada de eso es malo si se pone en el correcto lugar. Pero, nada de eso es valorado por Dios a la hora de visitar a una persona con su bendición. Lo que aprendí en la Biblia es que Dios no mira lo que mira el hombre. No se fija en el disfraz ni en la apariencia, sino en lo que hay dentro de cada persona. No se fija tanto en la envoltura del regalo, sino en el contenido. Le da más valor al contenido del regalo que a la envoltura del mismo.

¨No mires su apariencia ni su estatura, pues yo lo he descartado¨. No es cómo ve el hombre, pues el hombre ve las apariencias, pero Yahvé ve el corazón¨ (1ro.Samuel 16,7).

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