lunes, 6 de julio de 2009

Fideicomiso

La vida en la tierra es un fideicomiso. Esta es la segunda metáfora bíblica de la vida. Nuestro tiempo aquí en la tierra, nuestro ímpetu, inteligencia, oportunidades, relaciones y recursos son todos dones que Dios nos ha confiado para cuidar y administrar. Somos mayordomos de todo lo que él nos da. Este concepto de mayordomía comienza cuando reconocemos que Dios es el dueño de todos y de todo en la tierra. La Biblia afirma: ¨Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan.

La verdad es que no poseemos nada en nuestra breve estadía en la tierra. Dios nos presta la tierra mientras estamos aquí. Era propiedad de él antes que llegáramos y se la prestará a otro cuando ya no la habitemos mas. La llegamos a disfrutar por un tiempo.

Cuando Dios creó a Adán y a Eva, les entregó el cuidado de su creación y los nombró administradores de su propiedad. La escritura dice: ¨Y les dio su bendición: Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran.

El primer trabajo que Dios les dio a los humanos fue administrar y cuidar las ¨cosas¨ de él en la tierra. Este papel nunca ha sido abolido. Es parte de nuestro propósito. Todo aquello que disfrutemos debemos tratarlo como un encargo que Dios ha puesto en nuestras manos. Su palabra dice: ¨¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?¨

Nuestra cultura dice: ¨Si no es tuyo, no lo cuides¨. Pero los verdaderos cristianos viven bajo otra norma: ¨Como Dios es el dueño, tengo que cuidarlo lo mejor que pueda¨. La Biblia afirma: ¨A los que reciben un encargo se les exige que demuestren ser dignos de confianza¨. Jesús, en muchas ocasiones, se refirió a la vida como un encargo que se nos ha entregado, y narró muchas historias para ilustrar esta responsabilidad hacia Dios. En el relato de los talentos, un hombre de negocios confía sus riquezas a sus siervos. Al regresar, evalúa la responsabilidad de cada siervo y los recompensa equitativamente. El dueño dice: ¨¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!¨

Al final de nuestra vida seremos evaluados y recompensados de acuerdo con la manera en que hayamos usado lo que Dios nos confió. Eso significa todo lo que hagamos. Hasta las tareas más simples tienen repercusión eterna. Si todo lo tratamos como un encargo, con responsabilidad, Dios promete dos recompensas en la eternidad. La primera, Dios te dará su aprobación y te dirá: ¨¡Buen trabajo, bien hecho!¨ Segundo, te dará un ascenso y una responsabilidad mayor en la eternidad, porque recuerda, la vida aquí en la tierra es un simple ensayo para ser probados para la eternidad.

Mucha gente no se da cuenta, pero el dinero es ambas cosas, una prueba y un fideicomiso, de Dios. Dios usa las finanzas para enseñarnos a confiar en él, y para mucha gente, el dinero es la prueba más grande de todas. Dios observa cómo lo usamos para probar qué tan confiables somos. La Biblia afirma: ¨Ustedes no han sido honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿Quién les confiará las verdaderas?¨

Esta es una verdad muy importante. Dios dice que hay una relación directa entre el uso del dinero y la calidad de mi vida espiritual. La manera en que utilice mi dinero (riquezas mundanas) determinará cuántas bendiciones espirituales me puede confiar Dios (las verdaderas riquezas). Permíteme preguntarte: ¿Será que la manera en que manejas tu dinero está evitando que Dios pueda obrar más en tu vida? ¿Se te pueden confiar riquezas espirituales? Jesús declaró: ¨A todo el que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y al que se le ha confiado mucho, se le pedirá más¨. La vida es una prueba y un encargo, y cuanto más Dios nos de, más responsable espera que seamos. No lo olvides.

Oración:
¨Jesús mío, amado de mi alma, he optado por seguirte hasta morir. Concédeme la gracia de la fidelidad, de saber tomar las decisiones correctas, aunque sean dolorosas, para ser testigo de tu amor, para tomar mi cruz y seguirte¨. Amén

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